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Un Verano Naranja

 

 

 

"un verano naranja", quiero ese sabor.

 

 

 

Una historia que me sucedió hace algunos años. Y que hacen esos años desde que la escribí.

La subí a otra página que tenia antes, de esas estilo fotoló. Casi nadie la conoció -igual que mi blog haha-.

El título y la historia no tienen mucho que ver, porque es el nombre de la foto.

Sea como fuere, la cosa dice así:

 

Hoy me gustó hoy. Les aburro:

Me levanté a eso de las diez a.m. y acompañé a mi mamá a la feria, porque necesitaba porotos granados. Los del super son antinaturales.

Recorriendo con la vista los puestos, pensaba en otras

cosas no tan ferianas, y clavaba los ojos en objetos al azar. Compré un libro pirata que semanas mas tarde me haría pasar senda rabia cuando llegara a las muchas páginas que no están donde deberían.

Como sea, pensando nada lleugé al supermercado... me regodié en los precios de los primeros

productos de la lista, despues escogía el más a la mano. También me regodié escogiendo la caja con la fila más corta.

Siempre miro quien está tras de mí en la fila, es como una mania o mala costumbre:

La modesta viejita parecía simpática y sólo tenia un tarro de crema en la mano, así que lo más

natural era cederle mi lugar. Mientras avanzaba por delante mio le miraba los zapatos -un par

de esos que uno mira y les imagina una vida entera-, las medias de color café, que un cuico rebuscado describiría como "marrón", que no combinaban con la falda. Los calcetines negros, que combinaban con el cintillo, y la camisa que no combinaba con ninguna otra prenda.

El pelo era tieso y canoso, de muchos colores que ya casi ni se distinguían. Estaba como demacrada, pero bien feliz.

No recuerdo cuando fue la ultima vez que alguien me conmovió. Ella sí era feliz. Y teniendo

abundantes, sólo los años, si me piden un prejuicio. No sé si alguien más lo notó, pero tenia unas alas enormes.

Pasó el tarro de crema que llevaba, y...

...

No creo que alguien entienda todo esto...

...en fin...

pasó el tarro de crema por esa maquinita que lee los codigos de barra con

una luz roja y te arroja el precio -asombroso, ¿cierto?. Lo digo en serio, me asombra casi todo lo que a casi nadie asombra y me quedo pasmado con cosas que para otros no son tan pasmantes-. Rebuscaba monedas en el monedero, mientras yo empezaba pensar que cederle el puesto fue poco práctico. Lo vació. No era suficiente. Pero no se cansaba de buscar en el monedero, que a excepción de unos papeles gastados, estaba vacío y, alternadamente, miraba a la cajera con los ojos como con una petición muda; la cajera le devolvia una mirada de "asi es la vida", mientras con la mano tomaba despacio el tarro y lo llevaba a cruzar, nuevamente, esa frontera imaginaria que divide al supermercado, y que transforma un producto a la venta, en un objeto comprado. Pero lo que me hizo reaccionar fue la voz medio temblorosa y resignada de la anciana confesando que no le alcanzaba.

Despues de pagar la diferencia, miré de soslayo a la señora casi por instinto. No parecia entender nada.

Y despues todo pasó rápido; pagué mis cosas y me fui.

Camino a la salida me alcanzó la señora y me dio las gracias, se urguetió el bolsillo y sacó un raspe muy maltrecho -otra vida para imaginar-, me lo pasó y me dijo: "que Dios se lo pague por que yo... Él paga mejor".

 

Y no me lo van a creer, pero me gané 10 millones de pesos con el raspe...

No, mentira. Las cosas son son como tienen que ser. No esperaba premio del raspe -ni de niguno otro-, ni siquiera lo raspé yo mismo, pero lo que esa señora transmitía, era como mágico. Y puedo, aun ahora, sentirlo.

 

"Ésta" era una señora muy vieja con unas alas enormes.

Hay gente que hace nuestra vida diferente con cosas demasiado simples, que no se pueden fingir.

Vivan su vida, y si se topan con alguna de esas personas, seria bueno que me conversaran.

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Uploaded on December 11, 2005
Taken on December 10, 2005